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El Calafate: la leyenda tehuelche

Calafate

El Calafate es un arbusto autóctono de la Patagonía, que posee propiedades antioxidantes, que son una fuente de protección para el organismo y mejoran los efectos del paso del tiempo, frenando el envejecimiento celular. Hasta aquí la descripción meramente botánica. Pero no es solo eso, en la Patagonia, donde dicen que los vientos cantan, el fruto del Calafate es además el protagonista de una milenaria leyenda que relata que quien pruebe sus jugosas bayas será atrapado por un encanto que lo hará regresar una y otra vez al sur. También da nombre a la municipalidad de El Calafate en la Región de Santa Cruz, de donde originariamente son los últimos presidentes de la República Argentina. El Calafate, se ubica en latitud 50° Sur (equivalente aproximadamente a la ciudad de Londres, en el hemisferio Norte). Está al pie del cerro llamado también Calafate, ya que el arbusto da nombre a toda la zona, y asentada en la Bahia Redonda sobre la margen sur del Lago Argentino, a 200 metros sobre el nivel del mar. Esta villa turística crece a un ritmo vertiginoso, en pocos años se ha duplicado hasta alcanzar ya casi los veinte mil habitantes, pensemos que hace pocos años no llegaba a los cinco mil. Cuenta con una importante infraestructura turística para recibir a los viajeros que tienen como destino ideal el Parque Nacional los Glaciares y su famoso Glaciar Perito Moreno, declarados Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO. Su entorno natural es muy árido, de vegetación endémica; el Parque Nacional Los Glaciares está a solo 80 kilómetros, por lo que se la conoce como la Capital Nacional de los Glaciares.

Una antigua leyenda tehuelche recuerda a Koonel, la anciana hechicera de la tribu, que estaba demasiado agotada para continuar caminando hacia el Norte; el invierno estaba próximo y había que buscar lugares donde no faltara caza. Como era habitual en esos casos, se le construyó un buen Kau y se le dejo abundante comida; pero seguramente no le alcanzaría para todo el invierno. Para esa época no existían los calafates. Quedó totalmente sola; hasta los pájaros emigraron con la llegada de las primeras nieves, pero ella subsistió inexplicablemente. A la llegada de la primavera se asomaron las primeras golondrinas, algunos chorlos y algunas inquietas ratoneras. Koonek les increpó la actitud de haberla dejado sola, sumida en el silencio; a lo que las avecillas respondieron que ello se debía a que durante el invierno no tenían dónde resguardarse del viento y del frío y además el alimento era escaso. Koonek sin salir del toldo, les respondió: “desde ahora en adelante podrán quedarse, tendrán abrigo y alimentos.” Cuando abrieron el toldo, la anciana hechicera ya no estaba, se había convertido en una hermosa mata, espinosa, amarilla y de perfumadas flores, las que al promediar el verano ya eran moradas frutas de abundante semilla. Los pajaritos comieron su fruto y los tehuelches desparramaron las semillas de Aike en Aike. Ya nunca más se fueron las aves y las que se habían ido, al enterarse, regresaron. Por eso, dice la leyenda, el que come calafate vuelve. Este fruto le dio nombre a la localidad, en el cual abunda este arbusto típico del sur de la Patagonia, de flores amarillas y cuyo pequeño fruto morado, es utilizado para la elaboración de sabrosos dulces artesanales y de un riquísimo licor al que los tehuelches llaman "guachacay". (Fuente: Web oficial de Santa Cruz).

Lago Argentino

La historia de El Calafate comienza cuando el Gobierno Nacional ordena demarcar la zona del Lago Argentino según disposición de la nueva Ley de 1876, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda. En realidad dicha Ley contenía un extenso articulado sobre desarrollo y disposición de tierras fiscales, otorgándose en arrendamiento o propiedad todas las fracciones que rodeaban al Lago Argentino; entre los primeros pobladores o pioneros estuvo un inglés y un italiano, Mr Payne y el señor Toso, quienes formaron los primeros establecimientos ganaderos, poblándose posteriormente las demás estancias de la zona. Parece que ya en 1925, el Lago Argentino estaba totalmente rodeado de pobladores rurales que se dedicaban, principalmente, a la cría del ganado lanar. Las distancias eran tremendas y las fincas estaban muy distanciadas. Existían paradores cada tres leguas, (la distancia promedio de una jornada de carretas tiradas por bueyes) que coincidían generalmente con arroyos, lagunas, lugares al reparo del viento o montes de matas, que al cabo de un tiempo daba lugar al nacimiento de algún almacén o bar.

La célebre carne argentina, la reses en un entorno hostil

Los pocos caminos eran desde Río Gallegos hacia el Lago Argentino, hacia el Lago Viedma y hacia el cerro Buenos Aires. Estos caminos corrían paralelos a los arroyos: El Bote, El Perro, El Calafate y El Centinela, nombres que los carreteros iban poniendo a sus paraderos según la tradición de alguna historia o suceso. El segundo de los nombrados, El Calafate, era un paso que se hallaba al salir de una quebrada por la cual corría un arroyo que desembocaba en una llanura cubierta de limo, a la cual el perito Francisco Pascasio Moreno había bautizado como Bahía Redonda (y que también daría nombre al famoso glaciar Perito Moreno que ya hemos citado en este Cuaderno de Viaje). En este lugar, a comienzos del siglo XX, se instala el comerciante francés Armand Guilhou y luego la familia del inmigrante español José Pantin, y la de su cuñado Cecilio Fleire. También se traslada aquí la sucursal de la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia, el Juzgado de Paz, una estafeta de Correos y Telégrafos, y un Destacamento Policial. Finalmente, el 7 de diciembre de 1927, el Gobierno Nacional, bajo la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear, dicta el instrumento legal correspondiente para la creación de varios pueblos ubicados en los territorios nacionales de Río Negro, Chubut y Santa Cruz. Entre ellos dos nuevos pueblos, Perito Moreno y otro en el lugar denominado: El Calafate. (Fuente: Municipalidad).

Abajo fotos desde al avión al llegar...


Aeropuerto de El Calafate

Hoy El Calafate es, como decía al principio una pequeña ciudad, un pueblecito sería mejor, que todo el que quiera ver el Perito Moreno, tiene que acercarse hasta aquí, con un clima muy ventoso y desapacible en invierno (nuestro verano). Lleno de lugares propios de un nucleo turístico: residencias como la de La Cantera (donde nos quedamos, abajo las fotos) y muchos bares y restaurantes. Una ciudad a medio construir. En la Patagonia los traslados son largos y no puedes, si vas en coche, dejar de programar las gasolineras para no verte tirado en la carretera. Desde el norte y por la costa, al este de la provincia, se puede acceder por la Ruta Nacional Nº 3, continuando por las provinciales 5 y 11, totalmente asfaltadas. Otra opción es circular por el oeste, bordeando la cordillera por la RN40 (sin asfaltar) hasta empalmar con la Ruta Provincial N° 11 (asfaltada). En dirección sur, El Calafate se vincula con Río Turbio y los pasos fronterizos Cancha Carrera-Retén El Castillo o bien Mina Uno-Retén Dorotea, que la unen a Torres del Paine (en Chile), por la RN40. La ciudad cuenta con servicios regulares de transporte terrestre de pasajeros desde y hacia Río Gallegos, El Chaltén y Chile. Cuenta además con un moderno Aeropuerto Internacional de El Calafate (ver las fotos de arriba), a 23 km al este de la población, cerca de la RP11, que tiene vuelos diarios a Buenos Aires, Ushuaia, Trelew, Puerto Madryn, Bariloche, Río Gallegos y Puerto Natales. El Calafate es sin duda una especie de asentamiento que más pronto que tarde, irá creciendo y extendiéndose por las llanuras y las cercanías del Lago Argentino. Os dejo con más fotos, hasta la próxima viajeros.


La Patagonia argentina y su vegetación endémica
La ciudad de El Calafate es pequeña y parece como aquellos primeros asentamientos de Alaska donde la gente venía a por el oro, aquí se viene por el negocio emergente del turismo de glaciares


Vídeo de La Cantera (El Calafate)


Comentarios

Unknown ha dicho que…
Me has refrescado la memoria contando la leyenda del calafate, tal como la recuerdo de algún libro de leyendas nativas que tenía de niña.
No he llegado a esta zona de la Patagonia aún, pero creo poder imaginarla - la inmensidad del paisaje y el viento que nunca se calla te deben producir sensaciones difíciles de olvidar.
M. Teresa ha dicho que…
Me encantan las leyendas y esa es preciosa. No tenía ni idea del origen del nombre.

Un saludo
Babyboom ha dicho que…
Qué leyenda más chula, yo bebí licor de Calafate, espero que también pueda volver para allá porque es un lugar que me encantó!!!! Un abrazo. ;-)