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Goya en Cádiz

La Última Cena de Goya en el Oratorio de la Santa Cueva de Cádiz


El Cádiz del siglo XVIII fue el Cádiz cosmopolita, donde se editaban periódicos en varios idiomas, donde la cultura y el comercio daban una barniz de esplendor a la ciudad. Dumas, D'Amicis o Gautier admiraban su patrimonio arquitectónico y había mansiones importantes como la del Conde de Maule, Nicolás de la Cruz Bahamonde, José Murcia o Sebastián Martínez, entre otras. Este último tenía en su casa cuadros de pintores como Velázquez, Tiziano, Leonardo da Vinci, Cano, Ribera, Guido Reni, Rubens, Murillo, o Van Dyck. Era amigo de Goya, y en su casa gaditana estuvo alojado más de cinco meses, atendido por los médicos del Colegio de Medicina y Cirugía. Anteriormente a caer enfermo estuvo visitando a su amigo Ceán Bermúdez en Sevilla, después pasó el verano con la Duquesa de Alba en Sánlucar, y entre diciembre de 1796 y enero de 1797 fue cuando cayó enfermo y se alojó en Cádiz. Pero sobre todo Goya era conocido en Cádiz por sus tres cuadros pintados por encargo para el Oratorio de la Santa Cueva. Puede que los cuadros lo terminara ya en Madrid, pero no hay testimonios de este envío de Madrid a Cádiz. En sus obras hay un carácter narrativo como si él mismo hubiera sido testigo directo de las escenas, con esa pincelada deshecha y fragmentada, ¿impresionista?

Sebastián Martínez, pintado por su amigo Goya

Aunque nacido en el Camero Viejo, primero viajó a Sevilla en 1758, pero finalmente se estableció en Cádiz en 1771, donde mantenía abundantes relaciones comerciales con Inglaterra, fundó la sociedad de vinos de Jerez de Martínez y Cía. que comenzó la exportación de vinos andaluces al Reino Unido. Su biblioteca contaba con más de mil ejemplares de temáticas diversas. El cuadro permaneció en la familia de Martínez hasta 1905, cuando se lo vendió a la galería de arte neoyorquino Knoedler y esta luego al Museo Metropolitano de Arte, así que se perdió para España, como tantas obras de arte.

Fachada exterior del Oratorio de la Santa Cueva

Los tres Goya gaditanos


Pero volvamos a Goya y a Cádiz. En una de las calles más céntricas de Cádiz, caminando puedes no te des cuenta de una de tantas fachadas antiguas, y puede que pase casi desapercibida, donde se encuentra el Oratorio de la Santa Cueva. Quizá sea uno de los lugares más peculiares de la capital gaditana. En su interior se encuentran cinco lunetos decorados por una serie de lienzos con un programa iconográfico claro, el misterio de la Eucaristía, pues la intención del fundador del recinto era la de dedicarlo al Santísimo Sacramento. Pues, tres de estos cinco lienzos son de Goya (los otros dos son de Zacarías González Velázquez y José Camarón). Pero luego hablaremos del templo, para ahora dedicarnos a los tres Goya que aquí se encuentran, pintados en 1796. El 31 de marzo de 1796 fue bendecida la capilla por el Obispo de Cádiz, Antonio Martínez de la Plaza, y se inauguró el oratorio con la asistencia de Goya. Goya fue un pensador ilustrado al que le tocó vivir en una época convulsa de cambios políticos y sociales. Su obra abarca temática mitológica, paisajística, costumbristas, retratos… Pero la temática religiosa es quizá la menos conocida por ser la menos abundante. Es por ese motivo que visitar el Oratorio de la Santa Cueva es un regalo para toda persona amante de la historia y las artes. Goya nunca decepciona, y es una suerte poder mirar a través de sus ojos en este rincón oculto de Cádiz.

Goya tuvo que adaptarse a la figura irregular, un paramento curvo, donde se iban a alojar las tres pinturas. La más renombrada es la Última Cena (imágen con la que se abre esta entrada, arriba; abajo algunos detalles). En ella hizo uso de su imaginación para tumbar a los personajes, la cena se hace no en una mesa, sino alrededor de un mantel tirado, como si fuera una escena árabesca u oriental. Los cuerpos están reclinados, casi tirados alrededor de la improvisada cena. Las piernas de algunos personajes en primer plano son un ejemplo de adaptación con naturalidad al espacio arquitectónico. Judas, probablemente, da la espalda al espectador del cuadro y esconde su cabeza sobre el mantel.

Detalle ampliado
Aquí se observa bien el cuadro con las figuras recostadas

La segunda obra es la de Milagro de los Panes y los Peces (foto de abajo), basado en el relato bíblico del evangelio de San Marcos, capítulo VIII. También aquí, Goya se adapta a las formas curvilíneas para colocar en el centro la principal, a Jesucristo repartiendo el pan a las personas que se le acercan. En el grupo de la derecha los apóstoles contemplan de lejos el milagro y los de la izquierda se maravillan ante el prodigio. Algunos estudiosos han visto en este Goya el otro cuadro de La pradera de San Isidro, por el fondo paisajístico de colores fuertes (aunque se resuelve de otra manera puesto que no se trata de un segmento rectangular sino de uno semicircular). Es muy interesante el tratamiento del fondo, con un abigarramiento de figuras que no son más que puras manchas de pintura que se pierden hacia un cielo azul. Como hemos dicho antes, Goya se adelantó a los impresionistas de casi un siglo después.

Goya realizó este boceto y estuvo en la colección Iruretagoyena de Sevilla y en la Jimeno y Fernández Vizarra de Madrid, luego fue vendido en la casa de subastas Lempertz de Colonia en 1935, sin saberse actualmente dónde y en qué mano se encuentra
Detalle del grupo central
Milagro de los Panes y los Peces 

En su última pintura, Goya representa el Convite Real. La parábola de los convidados a la boda, se encuentra en el lado de la Epístola. Se basa en la escena narrada en el Evangelio de San Mateo, capítulo 22, versículos 1-14, donde se cuenta la expulsión de un convidado que se atrevió a ir al banquete de bodas del hijo de un rey sin el atuendo adecuado, en referencia alegórica a la disposición que se requiere para entrar en el Reino de los Cielos. En primer término se ve al rey y a su lado el invitado sujeto por los servidores, mientras el banquete se relega al fondo. La ejecución de la obra es muy espontánea como se puede comprobar en las abocetadas figuras del banquete, compuestas a base de pinceladas muy sueltas tan propias de Goya.

Detalle del cuadro Convite Real
La escena está representada con gran pomposidad y teatralidad

👉 Información más detallada en la web de la Fundación Goya.

La Santa Cueva

Litografía del siglo XIX la Santa Cueva
La historia de la Santa Cueva está vinculada a la cofradía de la Madre Antigua
La capilla baja, penitencial, dedicada a la meditación de la Pasión de Cristo

La capilla baja, de planta basilical, tiene tres naves con un crucero, con pilares que soportan el gran peso de la cueva y como vemos en la fotografía de arriba, hay un altar iluminado por la luz solar que recibe de una gran linterna situada encima de la misma. Es muy discreta con muros blancos sin apenas decoración. Si te fijas, además de las imágenes religiosas hay sobre lo que podría ser el monte del calvario herramientas (un martillo, unas tenazas, una espuerta con clavos y varias cuerdas). Es una escultura de Gandulfo y Vaccaro.

La capilla alta, eucarística, dedicada al Santísimo Sacramento

El templo de la Santa Cueva es un conjunto histórico-artístico con dos capillas de planta elíptica superpuestas (fotos de arriba), la baja dedicada a la meditación de la Pasión de Cristo y la alta dedicada al Santísimo Sacramento. Abajo te dejo los datos de horarios y precios de entrada (2025). La visita se realiza en el mismo orden en que se realizaban los actos religiosos: primero se iba a la capilla baja y después a la alta. Un hecho cargado de simbolismo, «sólo desde más abajo, desde una posición de humildad y austeridad, se puede luego acceder al premio más elevado: la Eucaristía», la capilla alta. Todos los jueves un grupo de devotos se reunían en una parroquia cercana desde 1730. Pero años después, en 1756, se descubrió una cueva, al principio fue sólo una escalera de caracol de madera y la cueva se reformó en sala de reuniones y luego en una primera capilla, de ahí que estos devotos se constituyeran como Hermandad de la Santa Cueva. Ya, años después, llega un sacerdote mexicano, de Veracruz, aunque de origen riojano, el padre Saenz de Santamaría y emprende la construcción del Oratorio. No era cualquier cura, era el segundo hijo del Marqués de Valde-Íñigo.

   

Retrato de Saenz de Santamaría y sus restos que descansan en el vestíbulo de entrada a la capilla alta.

Gracias a los terrenos adquiridos con donativos particulares y con su aportación personal, puso en marcha la construcción de un Oratorio, de la mano de los arquitectos, primero Cayón, y luego, Benjumea. Participaron escultores como Cosme y Ezequiel Velázquez o el genovés Vaccaro; y pintores como Goya, Zacarías Velázquez, Camarón, Fernández Cruzado, Javier Urrutia, Cavallini o Gandulfo. En 1785 heredó el título de marqués de Valde-Íñigo y una cuantiosa fortuna familiar en 1793 con lo que se gasta parte de ella en la construcción del Oratorio.

¿Fue originalmente la cueva un lugar pagano? Hay quien defiende esta tesis, que la cueva se reconvirtió en lugar santificado por temor a la inquisición y a la jerarquía de la iglesia católica, pero que ahí se hacían ritos prohibidos antes de que se convirtiera en parte del Oratorio. La realidad es que no hay constancia documental de sus orígenes. Pero os dejo un fragmento del blog de Fernando Soto 👉 Cádiz 3000 historias no contadas.

En 1730 existía en Cadiz una casa humilde conocida como el Corralon de Dapelo que lindaba con el huerto del Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la orden Franciscana y por el conocido actualmente como Campo del Sur. Lindaba a su vez con los terrenos de Doña Micaela Herrera Davila viuda del insigne gaditano don Pedro de Garaicoechea que tenia una casa por esta zona llamada la casa del Arco. Pues bien, en esta casa se reunían todos los jueves un grupo de hombres de la aristocracia local para practicar ritos extraños y desconocido hasta entonces durante tres horas, Masonería se preguntan muchos, no es muy seguro y no hay evidencia de ellos, pero pudiera ser algún grupo de comerciantes o gremio comercial gaditano con conocimientos primigenios de la sociedad secreta. Ellos se hacían denominar la "Cofradía" Disciplinante de la Madre Antigua. Pero, como era habitual, el obispo de Cadiz de la época, Fray Tomas del Valle, ante los recelos y los rumores de los habitantes de la ciudad, fue de incógnito una noche de jueves a la extraña reunión. Según parece, no encontró nada raro pero les pidió a los aristócratas que se trasladaran a alguna iglesia para evitar malentendidos. Los aristócratas locales hablaron con don Tomas Luis de Cantalejos, presbítero y sacristán mayor de la iglesia del Rosario, una pequeña iglesia que había cercana a este convento. Por consiguiente, en 1756 se efectuó unas obras en la iglesia para acondicionar el lugar y, de repente, encontraron una cueva oculta que antaño fue usada como sótano pero que fue abandonada. 

También hay quien apunta que la Santa Cueva pudo ser el santuario de la diosa fenicia Astarté (en una conferencia de la profesora de Arqueología de la Universidad de Cádiz, Inmaculada Pérez López).

Acceso a la capilla alta

La capilla alta, la joya de la corona, es oval, a diferencia de lo ascética de la capilla baja, está profusamente decorada con esculturas y pinturas.


El altar principal se dispone en el eje mayor de la elipse, desde donde preside el espléndido sagrario, con seis columnas corintias de plaza en su interior y de jaspe en el exterior. Los muros se organizan mediante ocho columnas adosadas de orden jónico, realizadas también en jaspe.


Los altorrelieves en estuco representan por una parte las comuniones de San Luis de Gonzaga y por otra la de San Estanislao de Kostka, obras escultóricas de Cosme Velázquez.


Con paredes de ángeles se levanta la cúpula que fue pintada por el italiano Antonio Cavallini, que logró el efecto óptico de relieves en escayola.

Arriba las pinturas de Zacarías González Velázquez y José Camarón
Abajo dos hornacinas con Jesús «El buen pastor» de Manuel González y el Sagrado Corazón de Jesús




Museo de la Santa Cueva

Cuadro a la entrada del Oratorio

En la entrada hay un cuadro de Francisco Javier Riedmayer, alemán pero afincado en Cádiz, la Virgen de Nuestra Señora del Refugio de Pecadores y un letrero refugium pecatorum (refugio de los pecadores). Aquí vemos los integrantes de la noble cofradía de la Madre Antigua, como el padre Teodomio Ignacio Diaz de la Vega, el conde de Villamar y su hijo, don Miguel Boyens, lectoral de la catedral de Cadiz.


El Ministerio de Cultura en 1981 declaró todo el conjunto del Oratorio como monumento histórico-artístico de carácter nacional.

Las siete palabras de Haydn


Finalmente os dejaré un dato que resalta la importancia del Oratorio. José Sáenz quiso enriquecer el templo y a su comunidad con una pieza musical que acompañara, en la mañana del Viernes Santo, la predicación de las siete últimas palabras de Cristo, para honrar un grupo escultórico que data de 1783, obra del granadino González y el genovés Vaccaro. En 1785 encargó a Franz Joseph Haydn la obra que recibió el título de Las siete últimas palabras de nuestro salvador en la cruz. Se interpretó por vez primera en la Santa Cueva, el 7 de abril de 1787. Haydn fue uno de los máximos representantes del periodo Clásico, además de ser conocido como el «padre de la sinfonía» y el «padre del cuarteto de cuerda» gracias a sus importantes contribuciones. Los intérpretes de la obra en Cádiz, el Viernes Santo de 1783 fueron el marqués de Méritos y el marqués de Ureña (marqueses músicos 😉).

BIBLIOGRAFÍA
HORARIOS Y PRECIOS ENTRADA
  • Lunes a Viernes de 10:30  a 16 h
  • Sábados de 10 a 14 h.
  • Domingo y festivos cerrado.
  • Julio y Agosto:
  • Lunes a Viernes de 10 a 16 h
  • Sabados de 9 a 14 h
Precios de entradas:
  • Individual 5 €
  • Mayores de 65 años y minusvalía mayor del 30 % 4€ 
  • Menores de 12 años y minusvalía mayor del 60 % gratis.
  • Grupos a partir de 15 personas 3 € por persona.
Hay un bono conjunto «Cádiz Sacra», que incluye el Oratorio de la Santa Cueva, Oratorio de San Felipe Neri y Hospital de mujeres. Hay una entrada gratuita de 09:30 a 10:30 h. previa reserva.


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