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Puente romano de Segura, en la mitad del puente está «la raya» que divide ambos países |
La frontera terrestre entre España y Portugal, es llamada coloquialmente la Raya (A Raia). Mil doscientos kilómetros de frontera entre dos vecinos que no siempre se han llevado tan bien como hoy en día. Es la frontera más larga entre dos estados de la Unión Europea y la más antigua, con más de siete siglos de historia. Nuestro viaje, por carretera, tratará de conocer, o de volver a conocer, en algunos casos, esas pequeñas poblaciones, calificadas como «rayanas», que han vivido cercanas a esa frontera, que hoy es cada vez menos separación y más unión. Mientras que los reinos y principados de la península se fueron uniendo (Castilla, León, Aragón, Navarra...), Portugal se mantuvo independiente y no optó por la unión. Célebres ibéricos como el escritor Saramago defienden aún la unión de los dos países. La frontera se ha movido a veces, incluso hubo un tiempo en que los dos países tuvieron el mismo rey, pero también ha habido sus conflictos, no pocos, saldados con algunas batallas y tratados de paz (el de Zamora de 1143, Badajoz de 1267, Alcañices de 1297, o el de Lisboa de 1864, complementado en 1926). En estos quince días pretendemos subir desde el sur atravesando las principales cuencas: Guadiana, Tajo, y Duero. Nos alojaremos en España y en Portugal y nos moveremos continuamente entre uno y otro país. Tenemos un recorrido inicial previsto, pero cualquiera sabe cómo terminaremos 😄.

Antes de comenzar hay una lectura recomendada: Viaje a Portugal, de José Saramago.
En el mapa de abajo las localidades visitadas en el viaje (las estrellas son los cruces de frontera).
Diario del Viaje
31 de marzo
Partimos de Cádiz. Comenzamos nuestro recorrido hacia Sevilla y, antes de llegar a Huelva, cogemos la dirección a Valverde del Camino, El Rosal y es entonces cuando pasamos la frontera (imperceptible) con Portugal. Empezamos a ir paralelo a «la raya». Atravesamos el embalse de Alqueva, sobre el río Guadiana, dicen que es el más grande de Europa Occidental; además de su potencial energético, ha transformado en regadíos las tierras de la comarca. Los paisajes entre la dehesa y los olivares, también zonas de vides. Y nuestra primera parada alentejana es la pequeña Mourão, donde nos quedaremos dos noches. Es nuestra primera vila raina, de poco más de dos mil habitantes. Llegamos a la hora del almuerzo, unos maravillosos espárragos y un lagarto de porco preto hacen las delicias de cualquier viajante que queda maravillado del día de sol y como dice Saramago de esas construcciones tan particulares: «Ahí están las chimeneas, circulares y con remates cónicos, que casi sólo aquí se encuentran, y las mismas, pero no monótonas, fachadas encaladas, mostrando nuevamente el valor cromático que el blanco adquiere en el juego de la luz incidente o rasante, en la sombra dura o en la penumbra blanda de un rincón al que la luz llega después de quebrarse mil veces». Nos alojamos en Casa Esquivel, una especie de hotel rural.


Las chimeneas que le gustaron a Saramago en
Mourão.Por la tarde, paseamos por el pueblo, atravesamos la plaza del ayuntamiento, donde se encuentran las iglesias da Misericórdia y de São Francisco y hay unos jardines con un templete. Luego, tras subir por unas empinadas calles, llegamos, al castillo y a la iglesia principal. Tiene Mourão, como elemento destacado, un castillo del siglo XIII, desde una posición elevada sobre la llanura, que fue en principio de los Caballeros de la Orden de los Hospitalarios. Hay unas puertas flanqueadas por dos torres, de estilo gótico, también una torre del homenaje. Se puede acceder a la plaza de armas; la puerta estaba abierta, no había nadie, aunque ya no era el horario que marcaba a la entrada. La iglesia del castillo es la Matriz de Nossa Senhora das Candeias, a la que no pudimos entrar, esta si que estaba cerrada. Luego bajamos hasta el embalse, algunas carreteras están cortadas por el nivel de las aguas después de las últimas lluvias. He leído que hay restos de una fortaleza romana sumergida bajo el Alqueva.
1 de abril
Por la mañana, después de desayunar, nos fuimos a Monsaraz. Por el número de plazas de los aparcamientos a la entrada, se nota que es un lugar muy visitado. Estamos, de momento, solos. Sus calles empedradas, las casas y el castillo dan un aire que nos traslada a tiempos pretéritos, aunque ciertas tiendas y restaurantes corroboran las dudas de Saramago: «Aquí, en la plaza mayor, el viajero contempla las casas discretas y bellas, algunas deshabitadas, adquiridas por gente de dinero que vive lejos, ve las fachadas, no los interiores, y se entristece pensando que Monsaraz pueda ser, sobre todo, una fachada». A la salida, vemos los primeros grupos de turistas, como hablan inglés, nos deben parecer más turistas que nosotros… Cerca, visitamos el cromeleque do Xerez, (un crómlech, de cincuenta menhires megalíticos, de seis mil años de antigüedad), destaca el central de cuatro metros de altura y siete toneladas. Más abajo, está la ermida de Santa Catarina, de origen templario, un poco alejada de la carretera pero un camino de fácil acceso nos lleva a ella, está en ruinas, la puerta está abierta y sólo los pájaros la habitan.


Monsaraz, uno de los pueblos más bonitos del Alentejo.
El verde del campo es impresionante, el campo está floreciente en esta primavera alentejana: las jaras, amapolas, jaramagos… Seguimos: la playa fluvial de Monsaraz está bastante colmatada de agua por las subidas del pantano, tiene un aire excesivamente dominguero. Bordeando el Alqueva, media hora para el sur, nuestro último destino del día, Moura. Es mucho más grande que las anteriores ciudades, también tiene un castillo que la domina en la parte alta, aunque sigue manteniendo la estructura de algunas calles de la moureria, me gustó mucho el pórtico de entrada de estilo manuelino de la iglesia matriz de São João Baptista. Antes de irnos, hemos comido muy barato en Taberna do Liberato y hemos ido a comprar aceite del Alentejo en la cooperativa del pueblo, tiene buena pinta. Por la tarde una caminatita, hemos subido una colina donde se encuentra la ermida de São Sebastião.
2 de abril
Partimos hoy para seguir subiendo «a raia», primero hacemos una parada en Alandroal, otro municipio fronterizo portugués de unos cinco mil habitantes, también con un castillo, de estilo gótico, como protagonista. Este es del siglo XIII y tampoco se encuentra en muy buen estado. Adosada a la torre del homenaje está la Iglesia de Nossa Senhora da Graça, pero está cerrada. La llamada Porta Legal, por la que se accede al cementerio, está flanqueada por otras dos torres cuadrangulares. Pronto nos vamos para Juromenha, a sabiendas de que la fortaleza, una de las más importantes de la frontera, se encuentra en fase de restauración y nos tendremos que conformar con verla desde fuera. Saramago también nos cita a Juromenha en su libro: «El viajero va al castillo. Es, realmente, un mar de ruinas. Fuera de los muros de la antigua fortaleza, que una terrible explosión destruyó prácticamente en 1659; la aldea proclama la albura de sus casas, el aseo casi clínico de sus calles». Efectivamente, un incendio provocó que el depósito de pólvora estallara y con él se viniera abajo el fuerte. Sus dimensiones son espectaculares y más aún las vistas al Guadiana; de nuevo la imperceptible línea acuática que divide a los dos países.


Elvas, la ciudad baluarte.
Seguimos para Elvas, las dimensiones cambian, se trata de una ciudad muy especial, alberga el mayor conjunto de fortificaciones abaluartadas del mundo. Las murallas de Elvas junto con el centro histórico de la ciudad son Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Por el camino nos tropezamos con el acueducto de Amoreira, que no pasa desapercibido en el libro de Saramago: «Una asombrosa obra, con sus ochocientos cuarenta y tres arcos de albañilería, dispuestos en ciertos tramos en cuatro órdenes, más de cien años se tardó en construir». Después de aparcar, subimos hasta el castelo, desde su mirador se divisan otras dos fortalezas sobre colinas, el Forte de Santa Luzia y el Forte da Graça. Hay dos templos interesantes que visitamos, la catedral y la igreja das Dominícas, con una cúpula octogonal que la hace muy especial, aunque la ciudad tiene muchas más edificaciones religiosas. En coche, nos desplazamos luego a los dos fuertes, es fácil llegar. Están un poco desangelados, en el de Santa Lucía hay un pequeño museo militar, que no vale mucho la pena. Nos encontramos a sólo ocho kilómetros de España. Hay mucho español comiendo en el restaurante O Golo, mucha gente que viene desde Badajoz; bacalao y marisco parece ser aquí más barato. Finalizamos el día desplazándonos a la Quinta da Fortaleza, un hotel rural de buen precio a unos ocho kilómetros de Elvas.
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Quinta da Fortaleza |
3 de abril
Hemos pasado la raya con destino a España, desde Elvas, apenas a unos minutos, estábamos ya cerca de Badajoz, la A6 portuguesa se convierte en la A5 española. Pero no, no vamos a Badajoz, sino a Alburquerque. Su nombre deriva de albus quercus (encina blanca). Seguimos buscando pequeños pueblos como este, ese es el objeto de este viaje. A algo menos de una hora, llegamos a una ciudad que parece bulliciosa, al menos da esa impresión junto a la plaza de España. Hay un hueco en una estrecha calle donde aparcar. Una estatua de un caballero medieval nos recibe, realizada por un artista local. Un panel nos marca una ruta recomendada para subir hasta el castillo, la pieza que vuelve a ser el centro de casi todos los pueblos que estamos visitando. Desde la plaza, aparecen dos torres que llaman la atención, la torre del Reloj, porque en su frontal tiene un reloj, que tuvo que ser añadido siglos después de su construcción, y otra donde una cigüeña ha hecho un gran nido que vigila desde lo alto. En la subida, nos topamos primero con la Iglesia de San Mateo, cuyo estilo parece renacentista. Al lado está la Puerta de la Villa, de piedra en el exterior, aunque en su parte interior alberga una pequeña capilla. Desde ahí accedemos a la judería y a las casas de pórtico de piedra con arco ojival aunque sus puertas de acero inoxidable afean lo que podía ser un barrio medieval. Empinadas calles que nos llevan, primero a la Iglesia de Santa María del Mercado, construida entre los siglos XIII y XV, con añadidos barrocos, y luego al Castillo de Luna. El castillo es toda una fortaleza de finales de la Edad Media, se llama así por su impulsor, don Álvaro de Luna, Maestre de la Orden de Santiago y condestable de Castilla. Hay también un centro de interpretación, la entrada es gratuita. Antes de terminar el recorrido y volver al coche, nos topamos con el Pozo de Alcántara, fechado en 1643.
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Alburquerque, con una de las fortalezas más importantes y mejor conservadas de Extremadura |
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Oughela, es una villa portuguesa pero que en un principio perteneció a la Corona de Castilla |
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Campo Maior, con una dura historia de enfrentamientos entre portugueses y españoles |
A la vuelta a la Quinta da Fortaleza, donde nos alojamos, cambiamos el recorrido y pasamos por dos pueblecitos también dominados por un castillo, el de Oughela y el de Campo Maior. Aunque ha sido un día lluvioso, sin embargo no ha estorbado en los momentos en que hemos estado paseando por Alburquerque. Hemos repetido en Elvas en el restaurante O Golo, el bacalao asado magnífico.
4 de abril
Dejamos la confortable y silenciosa Quinta da Fortaleza, magnífica para pasar unos días de descanso. Vamos camino de Marvão, Valencia de Alcántara, y Alcántara. Cruzamos Arronches, que fue ciudad fronteriza y mantiene un castillo y parte de las fortificaciones de las guerras con España en el siglo XVII. Atravesamos Portalegre, la capital del distrito, con catedral y castillo. En la Sierra de São Mamede encontramos un Alentejo inesperado, alto en vez de plano, frondoso en vez de seco, lleno de alcornoques (hay un museo del corcho). Y llegamos a Marvão, la subida es la de una típica carretera de montaña, con lluvia se hace más complicada. A Saramago no se le escapa de su libro Viaje a Portugal: «A más de ochocientos metros de altura, Marvão recuerda uno de aquellos monasterios griegos del Monte Athos (...) La carretera sufre para alcanzar lo alto, son curvas y curvas en un amplio arco de círculo que rodea la montaña, pero al fin el visitante puede poner pie en tierra y asistir a su propio triunfo». Las rocas de Marvão han sido refugio y como punto militar estratégico. El fundador de Marvão fue el rebelde Muladi ibn Marwan Aliliqui, líder de un movimiento sufí en Al-Ándalus. Marvão está vacío, hay más espacios turístico que vida real, el viento además sopla aquí arriba muy fuerte. Al menos la Iglesia de Santiago está abierto.
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Desde Marvão se ve hacia un lado, España, hacia el sur, la sierra de São Mamede y la sierra da Ladeira de Gata, con buen tiempo se llega a divisar hasta la sierra da Estrela |
Desde
Marvão, cruzamos a España por el Posto de Fronteira, que sigue estando ahí, como recuerdo de cuando la frontera exigía la parada de la
Guarda Fiscal. Ya, en Extremadura de nuevo, en nuestro particular zig-zag por la raya, alcanzamos Valencia de Alcántara. La lluvia esta vez arrecia, y limito mi vista a la iglesia de fachada plateresca del Convento de Santa Clara y algo más lejos, la de Rocamador (sí, les sonará a la de Rocamadour, de la que hablamos
aquí en el blog hace tiempo, pero es que fue fundada por unos caballeros franceses en la Edad Media). Finalmente me paseo por los alrededores del castillo de Valencia de Alcántara, que por cierto, perteneció a los portugueses durante varios periodos; cerca está el barrio judío-gótico con una sinagoga, aunque muy restaurada.
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Iglesia de Rocamador en Valencia de Alcántara |
Finalmente llegamos para quedarnos en Alcántara, aunque nos alojamos a las afueras, en una de las
Hospederías que tiene el Gobierno de Extremadura, en un antiguo convento del siglo XV. Está fenomenal y a un precio más barato que los Paradores. Ya hemos pasado de río, del Guadiana al Tajo.
Por la tarde deja de llover, sale el sol, es momento para aprovechar y ver Alcántara. Accedemos a través del Arco de la Concepción, que es la puerta de la muralla de San Antón y empieza a sorprenderme la cantidad de palacios y de iglesias, dentro de estas edificaciones civiles y religiosas está presente la Orden de Caballería de Alcántara, que tenía su casa matrix en la Conventual de San Benito, aprovechamos además una visita guiada que empezaba justo en ese momento; también a pocos metros está la Iglesia de Santa María de Almocóvar que acaba de abrir, y la lluvia sigue sin molestar. A continuación, desde un mirador vemos el puente romano, el más alto construido por los romanos en su Imperio (58,2 m), un monumento que da origen al nombre de la ciudad, Alcántara, aunque de origen árabe: Al Qantarat, literalmente «El Puente». Habrá que hacerle mañana una visita más cercana.
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Antiguo escudo de la ciudad (de un fragmento del retablo original de la iglesia del Conventual de San Benito), donde el tema central es precisamente el puente romano |
5 de abril
Hoy salimos para Coria, pero antes paramos a la entrada del puente romano de Alcántara, aunque parezca mentira sigue siendo un puente de paso de vehículos y transitado (solo estuvo cortado de 1809 a 1860 por la guerra de la Independencia). A la entrada hay un templete romano. Entre el puente y la presa están haciendo uno nuevo que imagino dejará en reposo, después de tantos siglos, al famoso puente. En su arco central se alude al emperador hispano en cuyo período se levantó, Trajano.
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El puente, de casi doscientos metros, sobre el río Tajo, era clave en la ruta entre Augusta Emerita, actual Mérida, y Bracara Augusta, actual Braga en el norte de Portugal, se construyó el año 104 |
Una vez cruzado el puente y haber hecho las correspondientes fotografías, seguimos para nuestro destino de hoy: Coria, al norte de Cáceres, en el centro de la vega del Alagón, también cercana a Portugal. La íbera Cauri, la romana Cavrium, la visigoda Coria... Primero llegamos a un museo municipal, el de la Cárcel Real, donde nos informaron de los lugares más interesante que luego visitamos: el Convento de la Madre de Dios, regentado por franciscanas, una de ellas nos abre la puerta y nos deja hacer unas fotos en el claustro, allí venden deliciosos pastelitos; la catedral, con entrada de pago, es quizá desproporcionada y en su visita se puede contemplar el tesoro catedralicio con la reliquia (eso dicen), del mantel de la Santa Cena (sin comentarios); también son dignas de visitar las murallas de origen romano, con añadidos árabes y medievales; el castillo con un bonito perfil de almenas; el palacio episcopal y un puente «sin río» (el puente quedó pero el río se desvió). A la vuelta, hacemos el camino un poco más largo, por Torrejoncillo, con una parada en uno de los grandes embalses del Tajo que lleva aún el nombre de José María Oriol, el procurador de las Cortes franquistas y fundador de Iberdrola. Antes de llegar a nuestra hospedería en Alcántara, nos aventuramos, a través de un carril, a buscar el menhir del Cabezo, uno de los pocos que se conservan en Extremadura, y de los más altos de España. Y así termina el día.
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Castillo de Coria, construido en el siglo XV, por orden de García Álvarez de Toledo, marqués de Coria y duque de Alba de Tormes |
6 de abril
Hoy retomamos el zig-zag de «la raya», pasaremos de España a Portugal y luego de Portugal a España. Cruzo primero desde Alcántara a Portugal por Segura, atravesando un puente romano (fotografía de portada de esta entrada), también de la misma época, de tiempos de Trajano. No tiene las dimensiones del de Alcántara, pero sí la particularidad de ser la mismísima «raya» entre los dos países que visitamos. El río es el Erjas.
Casi llegando a
Monsanto me desvio a
Idanha-a-Velha, una de las villas que conforman el grupo de
Aldeias Históricas de Portugal (villas de la región de Beiras que eran centros de defensa de las poblaciones que allí se asentaron, incluso antes de la dominación romana). Y me sorprende, no estaba dentro de los planes previstos. Idanha-a-Velha fundada en época de Augusto, tiene hoy sólo sesenta habitantes, a pesar de tener un patrimonio muy interesante, como una muralla romana, una torre templaria o una iglesia visigoda del siglo VI (la antigua catedral del obispado de Egitânia).
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Idanha-a-Velha: puertas de la muralla romana |
Finalmente llegamos a Monsanto, atraído, de nuevo, por Saramago, que dice: «De las piedras creía el viajero haberlo visto todo. No lo diga quien nunca ha venido a Monsanto». Efectivamente lo recordaba así pero ahora, incluso a pesar de no ser temporada alta de vacaciones, aún se nota más que es un pueblo turistificado, preparado para la llegada de autobuses y lleno de apartamentos turísticos, bares y tiendas de recuerdo. Esto no le quita la belleza de la piedra granítica y el empedrado de sus calles. Ahora además se ha puesto de moda por aquello de ser escenario de Juego de Tronos.
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Monsanto conserva sus viejas casas empotradas en la montaña, en los grandes bloques de piedra granítica |
Y el día va a terminar en la
Sierra de Gata, vamos por carreteras regionales subiendo más al norte, por lo que vamos a volver a cruzar «la raya», por el río Torto. La primera parada en
San Martín de Trevejo, donde llama la atención al viajero su dialecto, las calles rotuladas con los nombres en castellano y en mañegu.
A Fala o el
Mañegu, es una lengua romance galaico-portuguesa. San Martín está dentro del club de
Los Pueblos Más Bonitos de España y fue antigua capital de Corregimiento de Jálama y sede del Comendador de la Orden de San Juan de Jerusalén. Comemos en la Plaza Mayor unas deliciosas chuletitas de cordero con el vino de la tierra (la camarera me comenta que ella sigue hablando la lengua de aquí con sus hijos). Y de San Martin, a sólo ocho kilómetros,
Villamiel, allí será donde pasaremos dos noches. Es un pueblecito pequeño con sólo trescientos habitantes y una iglesia del siglo XVI, dedicada a Santa María Magdalena.
Abajo: casas típicas y Plaza Mayor de San Martín de Trevejo.
7 de abril
La Sierra de Gata es una de las comarcas de Extremadura, pegadas a «la raya» con Portugal. Limita con la Serra da Malcata y al norte con Salamanca. Junto con la vecina comarca de las Hurdes, ha sido una zona muy aislada del resto de España, incluso tienen, como decía ayer, su propia lengua, que se extiende por todo el Valle del Jálama. Lo que hacemos es ir desde Villamiel hasta Robledillo de Gata, que es el punto más alejado, y desde allí volver. Robledillo, con noventa habitantes, es quizás una de las poblaciones más auténticas de la comarca, con sus construcciones de adobe y madera, con lajas de pizarra en las esquinas; su iglesia parroquial es muy particular, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, es del siglo XVI. Desde allí vamos a un pueblo de curioso nombre, Descargamaría, antiguamente Escargamaria; también de arquitectura tradicional, con la iglesia parroquial del siglo XV, dedicada a San Julián el Hospitalario. Luego pasamos por Cadalso y Torre de Don Miguel, hasta llegar a Gata, aquí paramos, hay mercadillo, lugar ideal para comprar unos chorizos extremeños. La Villa de Gata, que es como así se llama, es la más histórica, fue la Catobriga romana en la Vía Dalmacia, que comunicaba Caurium y Mirobriga, las actuales Coria y Ciudad Rodrigo; perteneció a la Orden de Alcántara. Bajamos un poco al sur para ir a Hoyos, aquí su plaza mayor también está bulliciosa con los puestos de frutas y verduras, su iglesia parroquial del Buen Varón, es una obra de gran interés, así como algunas casas de su casco histórico. Y ya sólo nos queda para terminar el día, subir a Trevejo, el más pequeñito, veinticuatro habitantes, donde quedan restos de un castillo del siglo XII de origen musulmán, y a su lado, la iglesia de San Juan Bautista construida en el año 1575.
Abajo algunas casas típicas de la comarca de la Sierra de Gata
8 de abril
Volvemos a Portugal, hoy visitaremos tres ciudades que forman parte también del conjunto que llaman
Aldeias Históricas de Portugal. Pasamos la frontera (séptima vez) por Aldeia do Bispo, donde cruza el arroyo Codesal, y llegamos en eso de una hora, más o menos, a
Sabugal. Aunque no estaba previsto, Sabugal tiene un espléndido castillo, también denominado
Castelo das Cinco Quinas, por la curiosa forma de su torre del homenaje. Hay también restos de lo que fue su muralla. Me llama la atención en este pueblo el homenaje a los gatos, en monumentos y poemas escritos en las calles. Media hora más en carretera y llegamos a
Belmonte, la patria de Pedro Álvares Cabral, una figura histórica en la colonización portuguesa de Brasil, quizás por ello aquí se encuentra el Museo de los Descubrimientos.
«En el castillo de Belmonte debió de haber jugado Pedro Álvares y aquí debió de aprender sus primeras habilidades de hombre, pues en este lugar están las ruinas de la que fue casa de su padre, Fernão Cabral» (dice Saramago). Además de un gran castillo, arriba de la ciudad, hay una capilla, dedicada a Santiago (por aquí pasa el Camino Jacobeo), donde está enterrado el famoso navegante y su familia. Los «marranos» de Belmonte han mantenido sus tradiciones judías y hace unos años se inauguró en la ciudad el Museo Judío, el primero de este tipo en Portugal.
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Sabugal |
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Belmonte |
«De Belmonte va el viajero a Sortelha por carreteras que no son buenas, y paisajes que son de admirar. Entrar en Sortelha es entrar en la Edad Media». Sortelha es nuestro último destino, con una villa amurallada en altura, que está muy bien conservada, tuvo un fuero fundacional concedido en 1228. En la documentación más antigua aparece como Pena Sortelha. El castillo, del siglo XII, fue construido por orden de Sancho I, de hecho el restaurante en el que comimos se llama Don Sancho (por cierto, está muy bien). El castillo estaba reforzado por una torre del homenaje. La antigua casa consistorial y la cárcel está situada en el Largo do Pelourinho y su construcción se remonta al siglo XVI. La iglesia parroquial, se puede visitar, está dedicada a Nuestra Señora de las Nieves, originalmente fue una iglesia románica, probablemente fundada en el siglo XIII, aunque la portada actual tiene una fecha esculpida en el año 1573. Y aquí, en Sortelha, en una casita rural (O Cantinho da Ana, muy acogedora), nos quedaremos esta noche.
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Sortelha |
9 de abril
A primera hora de la mañana, partimos para España, subimos para la provincia de Zamora, Fermoselle, pero cruzamos la frontera por Vilar Formoso y paralelo a «la raya» llegamos, en una hora y media, a San Felices de los gallegos, aún en la provincia de Salamanca, un pueblecito de trescientos habitantes, que no estaba previsto, pero que me llamó mucho la atención como para hacer una parada. Lo de «felices» no es por alegres sino por un tal Félix, que fue obispo de Oporto y repobló esa zona con emigrantes gallegos. Y parar mereció la pena. Fue, San Felices, portugués durante un tiempo, de hecho el castillo, con una impresionante torre del homenaje, fue construido por el rey D. Dinis el Rei-Trovador. Es de los pueblos destacados del parque natural de arribes del Duero y tiene un patrimonio no sólo natural, también arquitectónico, como la iglesia parroquial de Nuestra Señora Entre Dos Álamos del siglo XVI, y varias ermitas.
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San Felices de los gallegos |
Continuamos por los arribes del Duero, para comer y quedarnos en una posada de la villa zamorana de Fermoselle, con unos mil habitantes, y cómo no, también con su castillo mirador (más bien, los restos del mismo). Curiosamente en este castillo se vino a vivir la reina portuguesa Doña Urraca tras divorciarse (anularse) su matrimonio con el rey leonés. Por fin hemos, vemos el Duero, ya va quedando menos para culminar nuestra «raya». El municipio está entre el río Duero y el Tormes. Fermoselle, casi pegado a la frontera, unos diez kilómetros en carretera, mantiene el carácter recio de los pueblos zamoranos, en la plaza mayor hay ambiente a pesar de no ser un día de fiesta. Destaca la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, con toques románicos pero también góticos y renacentistas.
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Fermoselle |
10 de abril
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Arribes del Duero, a la derecha España, a la izquieda Portugal |
Tenemos contratada una excursión en barco por los arribes del Duero. Nos vamos desde Fermoselle a Bemposta, desde donde bajamos por un carril hasta el embarcadero de Naturisnor. Mario, nuestro guía, habla perfectamente español, quién no lo habla en «la raya», mezcla palabras con el portugués pero es muy amable; durante dos horas y media nos pasea por los arribes del Duero. Incluso nos invita en una de las paradas a una bola de azúcar con una copita de oporto. Ya terminada la travesía fluvial, y con la suerte de haber visto una de las pocas cigüeñas negras que existen en el parque y un par de alimoches, nos ponemos en marcha, nos quedan casi cuatro horas de carreteras hasta Valença do Minho. Una parada en el camino en Chaves, ¡qué sorpresa!, nos encontramos un paseo precioso que nos lleva hasta un espléndido puente romano de la época de Trajano.
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Puente romano de Chaves, sobre el río Támega, construido entre finales del siglo I |
Nuevamente en carretera, camino de Orense, atravesamos la frontera, ya no sé cuantas veces van, y por autopista española llegamos a Tui y de ahí a Valença. Nos hospedamos en un sitio curioso, en alto, desde donde se ve el pueblo, en la freguesia de Gandra. Nos cuesta encontrarlo, pero al final damos con él. Aquí nos quedaremos tres noches. Bajamos a cenar a la zona amurallada de Valença, en la frontera portuguesa con Galicia, una construcción que se remonta a la transición del siglo XII al XIII y que tenía como finalidad defender la población y el cruce de ese tramo del río Miño, aunque muy transformada al estilo francés en el siglo XVII. En A Muralha, un magnífico restaurante, nos sorprende con un sabroso cabrito, hacía tiempo que no lo comía en España. Y así damos por finalizado el día, con dos aguardentes con que nos obsequia el camarero.
Abajo: la ciudad amurallada de Valença
11 de abril
Siguiendo la estela del río Miño, y paralelos a la frontera, por la carretera portuguesa, avanzamos al este, hacia Monção (castellanizado como Monzón). Recuerda mucho a Valença, por su estructura de ciudad fortaleza. Te llama la atención que en el escudo de la villa, hay una mujer que sostiene una hogaza de pan en cada mano. Se debe a una leyenda durante las guerras fernandinas. La esposa del alcalde, utilizó la última reserva de harina para hacer pan y la arrojó por encima de los muros a los sitiadores. Éstos, entendiendo que la plaza estaba bien provista de víveres, levantaron el asedio y se retiraron. Eso dicen que ocurrió en 1368 y el propio Saramago también lo cuenta en su libro. Además de dar vueltas en torno a las murallas de la fortaleza he visitado dos iglesias, la Iglesia Matriz del siglo XIV, ahí está la heroína que tiró los panes, la señora Deu-la-Deu Martins, y la Santa Casa da Misericordia, en funcionamiento a mediados del siglo XVI, en la plaza que también lleva el nombre de la panadera y donde destaca un monumento a los excombatientes de Ultramar.
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Porta de Salvaterra de Monçao |
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Iglesia Matriz de Moreira |
Camino a Coura, nos paramos un momento, entre los paisajes de viñedos (la ruta del albariño portugués), para admirar la iglesia Matriz de la freguesía de Moreira. Desde Moreira cruzamos por carretera de montaña unos veinte kilómetros hasta Paredes de Coura. El «paisaje protegido» de Corno de Bico es un área de alto valor ecológico. Sin embargo, la ciudad no da mucho de qué hablar, vemos dos de sus templos, la Iglesia Matriz y la del Espíritu Santo. Al acabar la mañana, tomamos camino de España para dar una vuelta por Tuy, intentamos ver la catedral pero llegamos tarde, nos parece impresionante, intentaremos verla mañana, aunque el tiempo empieza a ponerse lluvioso. Comemos una parrillada que levanta el ánimo de cualquiera de los peregrinos que aquí comen a nuestro lado.
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Iglesia Matriz de Coura |
12 de abril
A primera hora nos dirigimos a Tuy (Tui en gallego), para ver la catedral que teníamos pendiente desde ayer, pero resulta que tampoco hoy la podemos ver.. ¡hay una boda! y por ello cierran a cal y canto la catedral toda la mañana, me parece un poco desproporcionado. La alternativa va a ser seguir «la raya» hasta el Atlántico. Vamos camino de Caminha, una villa portuguesa del Alto Miño, donde se respira ya el salitre oceánico. Es bonito pasear por este pequeño pueblecito desde el que se pasa a España con unos barquitos taxi que, si quieres, te llevan a La Guardia. La Iglesia Parroquial de Caminha, o de Nuestra Señora de la Asunción, es uno de los edificios religiosos más grandes e importantes del norte del país. Aunque empezó siendo románica, tiene elementos manuelinos y renacentistas. Está muy cerca de las murallas que circundan el centro. Se nota el granito local que da personalidad al templo y son curiosos los seres mitológicos del pórtico. En el interior hay capillas barrocas y colgadas varias maquetas de barcos. Un poco más allá, hay una plaza a la que se accede por un arco de la Torre do Relógio, que en su origen era la torre del homenaje del castillo. En uno de los laterales de esa plaza se encuentra la Casa de la Misericordia, del siglo XVI. En ese momento sale de ella un féretro al que acompañan todos los conocidos en procesión junto al sacerdote y unos monaguillos portando unas cruces, recuerda a esos entierros antiguos. Finalmente, recorremos el paseo marítimo-fluvial, con las vistas del Monte de Santa Tecla, enfrente.
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Iglesia principal de Caminha, junto a los restos de la muralla |
A la vuelta a Valença, paramos en Seixas, una de las freguesias de Caminha, en la confluencia de dos ríos: el río Miño y el río Coura. Las seixas eran una especie de cangrejos de gran tamaño que se pescaba en este lugar y de ahí el nombre. Allí, hay una interesante Iglesia de San Bento, es el centro de la romería en honor a San Benito, que se celebran anualmente entre el 8 y el 11 de julio. Por lo que leo tiene mucha historia: «anteriormente a 1454, já existia, na freguesia de São Pedro de Seixas, uma capela que foi dos Templários e, também, o culto e veneração a São Bento, fundador da Ordem Beneditina».
San Benito es el protagonista de la pedanía de Seixas, en Caminha.
Para comer volvemos a la fortaleza de Valença, hay multitud de gente por las calles, había previsto una recriação histórica de la vida de Cristo, pero se ha cancelado por las previsiones de lluvia, aunque al final no se han producido. Finaliza nuestro recorrido por «la raya», ya sólo queda mañana comenzar el camino de vuelta.
13 y 14 de abril
Camino a Cádiz, paramos en Ciudad Rodrigo, para poder descansar y al día siguiente llegar a casa.
- Hemos cruzado «la raya» por 14 lugares diferentes.
- 2994 km recorrido 🚙
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Saludos
CarmeLa